Gabriel Spiazzi es entrerriano y vive en Gualeguaychú. Dio sus primeros pasos como luthier de acordeones cuando era chico, casi como un juego, impulsado por la curiosidad. Esto lo llevó a aprender a arreglar cosas, y siguió con esta actividad ya siendo un adulto, pero a modo de hobby, en el tiempo que le quedaba libre en su taller, donde se ganaba el sustento reparando televisores. Sin embargo, con el correr de los años le empezó a ir tan bien recomponiendo estos instrumentos, que dejó de lado su oficio para dedicarse exclusivamente a esto.
Es entrerriano uno de los más reconocidos luthiers de acordeones de la Argentina
Gabriel Spiazzi es entrerriano, oriundo de Gualeguaychú. Empezó arreglando instrumentos como hobby. Hoy se destaca y le llega trabajo de distintas provincias.
Por Vanesa Erbes
Hoy es uno de los más reconocidos luthiers de acordeones a nivel país, y uno de los pocos que hay en la provincia. Es tan bueno en lo que hace que le llegan trabajos no sólo de Entre Ríos, sino también de otras provincias, como Río Negro, Neuquén, La Pampa, Buenos Aires, Santa Fe, y hasta de Tierra del Fuego. Incluso tiene un amigo en España que cada vez que visita la Argentina le lleva su instrumento para que lo afine y lo ponga a punto para que suene al máximo.
Acerca de sus inicios en este arte de recomponer acordeones para ponerle música a la vida, Gabriel contó a UNO: “Cuando era chico empecé a meter mano y fui aprendiendo. Yo toco el acordeón a piano, siempre me gustó. Ahora me dedico firme a hacer arreglos desde hace unos 20 años más o menos. Al principio esto para mí era un hobby. Reparaba, o le hacía reformas al acordeón a piano a tres hileras, o sea, a botonera, para los chamameceros”.
Sobre este punto, explicó: “El principio de funcionamiento entre un acordeón a piano y uno a botonera es el mismo. Pero mientras en el acordeón a piano el teclado viene a ser el mismo que en un piano o un órgano, el acordeón con botones tiene diversos sistemas: el sistema belga, por ejemplo, o el sistema italiano. Es de cuatro hileras o cinco hileras; y después tenemos el sistema argentino, como muchos lo llaman, que es un sistema ´chamamecero´ que diseñó Roque González, en Corrientes”.
Gabriel remarcó que arreglar un instrumento lleva tiempo: “Son muchas horas. Se necesita determinado tipo de herramientas y a veces tenés que tener mucho ingenio para resolver problemas, más que nada cuando hay algunos repuestos que no se consiguen. Hoy por suerte hay gente que se encarga y está importando algunas cosas: por ejemplo, voces y esas cosas se pueden conseguir ahora”, subrayó.
El luthier entrerriano afirmó que también en ocasiones se pueden reutilizar partes de instrumentos que se descartan, ya que no todos se pueden reparar. “He arreglado algunos muy destruidos y es una gran satisfacción traerlos de vuelta a la vida, verlos y escucharlos nuevamente, lograr que sigan funcionando; eso es muy lindo. Pero hay otros que no se justifica arreglarlos, porque no hay materiales o porque directamente no se puede”, aclaró.
Familia chamamecera
Portando un apellido que es una referencia en el universo de este género tan popular, mencionó que los Hermanos Spiazzi “son parientes, pero lejanos”, y contó que en su caso fue parte del grupo Los Horcones del Chamamé tocando el acordeón. “Fue hace varios años, del 96 hasta el año 2000, cuando algunos de los integrantes se fueron a trabajar a una estancia y ya se nos complicaba juntarnos. Después con algunos compañeros de Los Horcones armamos Los Herederos del Chamamé, y estuvimos unos años más. Yo ya tocaba con mi hijo Lucas y después siguió él con otros compañeros”, comentó con orgullo, haciendo referencia al talentoso acordeonista y compositor que hoy se destaca en los escenarios de la provincia y el país.
Por otra parte, contó que fue precisamente por su hijo que empezó a dedicarse con más asiduidad a arreglar acordeones, casi de manera casual. Al respecto, rememoró: “En el tiempo en que esto para mí era un hobby, Lucas tenía 8 años más o menos, y empezó a tocar con el conjunto de Antonio Arballo. Lo llevaba yo en el auto a los lugares a los que iban, porque él era muy chico. Y a él le preguntaban quién le había hecho el acordeón, quién se lo afinaba y demás, y gracias a eso mucha gente empezó a conocer mi trabajo. Todo fue de boca a boca. O sea que gran parte fue por Lucas, porque él era más conocido que yo”.
Sello entrerriano
“Hoy gracias a Dios me conocen de todos lados, y hay gente que me manda el acordeón o viene de otras provincias a traerlo. Incluso llegué a arreglar uno que llegó de Tierra del Fuego. Y después tengo un amigo que está en España, que es el Chochi Duré, que cuando viene me trae su acordeón y siempre hacemos un service con él”, sostuvo sobre el músico Gabriel Eduardo Chochi Duré, nacido en Nogoyá, quien luego de su éxito en el país realizó en 2003 una gira por varias ciudades de Alemania y finalmente se instaló en Andalucía, aunque también comparte residencia con la ciudad de Rosario, en Santa Fe.
En alguna época también llegaron a su taller Los Majestuosos del Chamamé. “A ellos le afinaba. Ahora no sé, como después que falleció Ulman”, dijo, en alusión a Aníbal, al cantante del popular conjunto entrerriano, quien murió en junio del año pasado. En la actualidad van varios músicos reconocidos, como Beto Cané, de Viale; o Corcho González, de Paraná, entre muchos otros.
Trabajo y pasión
Hace un año y medio, Gabriel sufrió un accidente cerebrovascular (ACV) y tuvo que dejar de trabajar un tiempo. En el circuito de los músicos los extrañaron un tiempo, pero afortunadamente pudo recuperarse y volver a su labor, aunque con mayores cuidados para proteger su salud. “A partir de que tuve un ACV tuve que bajar un cambio, porque el taller me llevaba mucho tiempo. Y volví también con la electrónica”, contó, y también confió que aunque en su caso ya está alejado de los escenarios, sigue tocando chamamé para los amigos.
Como lo suyo es una pasión, piensa seguir trabajando varios años más, ya que clientes no le van a faltar: “Hay muchos conjuntos, y lo lindo es que cada vez más jóvenes se acercan al chamamé, y también cada vez más mujeres que hacen chamamé. Pero además de los chamameceros, en la zona ahí de Crespo hay varios conjuntos de música alemana que me traen su instrumento y me dicen ´yo quiero que el acordeón suene como el de fulano´, y cosas así. Es lo que les buscan ellos también, no es que se lo afino a mi gusto, sino al gusto de quien lo va a tocar. A veces es muy difícil entenderles el sonido que quieren, porque en ocasiones tienen un referente o tienen el oído adaptado a un sonido y quieren ese sonido en el acordeón. Así que hay que buscarle la vuelta para dejarlo como quieren”, contó el luthier, que es un gran referente en lo suyo, gracias a la excelencia con la que realiza su labor.